sábado, 8 de noviembre de 2014

En la cercanía de la noche,

Mis únicas palabras siempre son escritas en la cercanía de la noche, cuándo la urgencia de la luna deja atrás las tempestades diurnas, y todo reposa, como un pétalo sobre el cristal del estanque. La violencia del día me absorbe la sustancia, me hierve y encoleriza. Nunca me gustó el día -ningún día- me pienso. Observo desmayarse las sombras bajo el opaco cielo, mientras la ternura de mis muertos surgen como latidos desnudos prestos al degüello por ser escritos.
Esculpo barros sin cenefas, y cada palabra negra que va creciendo me parece canto al viento, como noches de violonchelos tristes, que surgen de su sombra y sin ningún silencio. Va creciendo de poco a poco la escultura, como si de mis cóncavas manos manaran pequeños soles de sangre o se descifrara la piedra que son mis pensamientos. Son mis palabras rostros con memoria que me dictan siguientes, una y otra vez, más palabras, frases, versos y prosas de muertos. Nunca terminaré de labrar tanta blancura, es imposible -me digo-, y entonces, la luz del alba despierta nuevamente los ruidos, los cadáveres escapan, la sustancia vuelve a hervir bajo las llamas y los pájaros reviven mientras callan todos los silencios míos por descubrir. Escucho como los cascos se acercan, la niebla se disipa, y muero como muere la luna al día. F.Lopez

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